La política como arte

MAQUIAVELO ha sido, sin duda, el más grande pensador político de todos los tiempos. Hace pocos días, se ha inaugurado un gran exposición en Roma para conmemorar el quinto centenario de la publicación de El príncipe. No han faltado en la prensa las comparaciones entre la crisis política que atraviesa el país y las luchas de las ciudades Estado en la Italia renacentista. Pero ni Berlusconi es Lorenzo de Medicis ni Grillo es Ludovico Sforza.

El político e intelectual de Florencia jamás dijo que el fin justifica los medios ni muchas de las simplificaciones que se le atribuyen. Fue un diplomático persuasivo y un pensador lleno de matices. Su ideal era la república, aunque sintió fascinación por los caudillos como César Borgia.

Maquiavelo escribió que las mismas fuerzas –el asesinato y la corrupción– que habían llevado a Borgia a lo mas alto, serían las causantes de su perdición. Creía que ningún gobernante puede consolidarse si no disfruta del consenso del pueblo, que es más importante que la fuerza de las armas. Maquiavelo fue el primero en teorizar sobre la legitimación democrática del poder. Pero su gran aportación a la filosofía política es, a mi juicio, la incorporación de la subjetividad individual. La acción es tanto voluntad de poder como pasión. La historia no puede explicarse sin los sentimientos humanos, que hacen de la política el reino de lo imprevisible.

Fue Maquiavelo quien señaló que es preferible hacer y arrepentirse que no hacer para no arrepentirse. Tras sufrir la cárcel y el exilio, se ponía sus antiguos ropajes oficiales en su retiro de San Casciano para leer a Dante, Platón y Ovidio. No deja ser una ironía que este hombre haya pasado a la posteridad como el mentor del cinismo político. Pero fue también el primero en valorar la importancia de los tiempos en las decisiones y en darse cuenta de que la fuerza de los líderes se sustenta en su credibilidad.

Mussolini, Craxi y Berlusconi escribieron prólogos a El príncipe, que no es por cierto su mejor obra. Yo recomiendo los Discursos sobre Tito Livio o su maravillosa Historia de Florencia. No sé si Rajoy ha leído a Maquiavelo, pero desde luego su forma de gobernar es la antítesis de lo que proponía el genio florentino. Ni tiene coherencia, ni sutileza, ni pasión, ni convicción. Gobernar no es sobrevivir, es actuar, trasformar la realidad para hacer un mundo mejor. Eso lo sabía Maquiavelo, cuya figura se engrandece con el tiempo.